miércoles, 12 de octubre de 2011

Impotencia.

En un arrebato, pones las manos en el teclado, esperando que salgan los textos más hermosos jamás leídos, las palabras más influyentes jamás expresadas y las emociones a flor de piel que quieres transmitir.
Pero el bloqueo se instala en tus pensamientos.
Ese sentimiento de rabia que sentías (y que habían suplantado las ganas de llorar), se intensifica al verte incapacitado.
Tu entrecejo se frunce, hasta el límite de juntar las dos cejas y provocar dolor de cabeza.
Sigues frente a la pantalla y la rabia se convierte en impotencia.
Tanto que decir… desahogarse es la única manera de clamarse, pero no encuentras la forma de lograrlo.
¿Cómo lo hacías?
Antes era tan fácil, te ponías enfrente del ordenador y las palabras fluían de tus manos, concordaban, y quedaban perfectas con unos míseros retoques.
Ahora añoras esa facilidad.
Las horas pasan.
Pasan tan rápido que quizás sea culpa suya tu actual problema.
Porqué hablar nunca fue tu fuerte, y dudas que lo sea, solamente te quedaban escribir, y ahora tampoco.
No hay nada que puedas hacer, tu mente se niega a cualquier actividad y desesperado te tumbas en la cama hasta quedar dormido.
Pasan las horas, otra vez, después del sueño te vuelves a mentalizar y sin pereza te diriges al ordenador, que te desafía desde el escritorio. Sentado en la silla tu mirada se vuelve desafiante y tus manos orgullosas.
Y esta vez sí, después de meditarlo todo vuelve a su cauce, las manos vuelvan, siguiendo el ritmo de la historia.
Esa que narra tu vida.
Quizás, después de tal suceso, te era difícil centrarte…
Suele pasar.
No todos los días muere tu mejor amigo...


2 comentarios:

  1. Hola!! He visto tu blog, y me ha encantado :D Te sigo, y voy ahora a leer más de tus entradas ok :D?
    Mi blog es este http://pasionporlasletras-lgrimasdetinta.blogspot.com/

    ResponderEliminar

Ponme algo bonito :)