viernes, 30 de diciembre de 2011

Simplemente cállate.

Simplemente cállate.
Escucharte en si es cansino, escucharte repetir esa frase una y otra vez, insoportable.
Sé que no fue mi mejor elección, sé que me equivoqué.
Sé que te debería de haber hecho caso, pero, por favor, cállate.
No lo soporto, me martillea la cabeza.
-Te lo dije
Dios… es odioso.
Sé que quizás, escucharte es una especie de castigo (una tortura diría yo) pero creo que es suficiente.
¡Ya te he admitido que lo hice mal!
Pero no, quieres regodearte sabiéndome perdida, ¿Por qué no en vez de eso, no me das una solución?
-Si es que te lo dije.
Y vuelta otra vez… ya lo sé, reconozco mi error, asumo mi falta, ahora simplemente...

¡Cállate!


lunes, 19 de diciembre de 2011

Hakuna Matata.

Vive.
Vive y sé feliz.
Ningún problema, puede hacerte sufrir.
Lo más fácil es... saber decir:
Hakuna matata



Hakuna matata.
Qué bonito es vivir.

martes, 13 de diciembre de 2011

Solo un descanso para mis neuronas.

Unos cuantos pensamientos fúnebres más en tu cabeza, y explotarías.
Verás... el hombre está hecho para disfrutar.
Placer carnal o sentimental.
Oh, el roce de pieles, la compenetración de sentidos, y la sonrisa en la cara siempre es buena señal.
Pero desgraciadamente, tú, en ese momento, carecías de compañero, por lo que te tocaba vivir una absurda vida monótona, lejos de la adrenalina del "amor".
Y la ansiabas. Ansiabas esa felicidad.

-¿Por qué? -podían preguntar.

-Y ¿Por qué no?

Anteriormente dicho está. Pensamientos, caóticos atormentaban tu cabeza día y noche, disputas internas quitándote el sueño y el desorden emocional completaba el pack.


No pedías compasión, solo un poco de descanso para tus atolondradas neuronas, y las merecidas vacaciones, pendientes a tu corazón.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Dolía.

Dolía. Pero era tan sumamente placentero…
Olvidaste mentiras, engaños, burlas y sonrisas falsas.
Sonreíste y echaste la cabeza hacia atrás, en el silencio de tu habitación se oyó una risa queda.
De tus ojos se escaparon pequeñas lagrimitas, nada que delatara tu acción, nada. Solo el corte de tu muñeca.
Y es que después de pensar y sufrir, te habías tenido que desahogar, y que mejor manera, que con el dolor corporal.
Sentías tu muñeca palpitante y un escalofrío recorrió tu espalda, apretaste los dientes, a la vez que el puño, ocasionando la salida de más sangre.
Por tu mente pasaban rostros, riéndose de ti, de tus acciones, de tu aspecto… y ahora mismo se reirían de ti, si no fuera que esas sola.
Sola una y otra vez, pero en ese momento poco te importaba.
Tu rostro compuso una mueca nada agradable e intentaste tapar la herida con un pañuelo.
Pero esta no dejaba de brotar. Te mordiste el labio inferior y apretaste fuerte, seguías siendo humana y el dolor, dolía.
Maldiciendo, fuiste al baño, colocaste tu mano bajo el chorro de agua helada y suspiraste.
Ahora la sangre se multiplicaba, pero dolía menos.
La retiraste, la volviste a tapar con un poco de papel y con la calma recuperada te dirigiste al botiquín, sacaste cómo pudiste un par de gasas con una venda y te anudaste la venda, por encima de las gasas, a la muñeca.
Probaste a moverla, provocando un dolor agudo.
Y volviste a sonreír, limpiaste la sangre del baño y de tu cuarto y esperaste la llegada de tu madre, a quien saludaste con un beso, algo nuevo en ti.
Ya en tu habitación, sola otra vez y con órdenes de no ser molestada, apretaste una vez más tu muñeca y el gusto de sentir dolor se hizo presente.
Quizás, cortarse no era tan malo… no si te hacía sentir tan bien.

domingo, 4 de diciembre de 2011

No volveré a caer en la mentira.

Me precipito al vacio.
Y una sensación parecida al vértigo se apodera de mí.
Quiero… deseo poder decirte algo, aclararte el pensamiento, pero no puedo.
Siento lagrimas en mis ojos y veo como lentamente te levantas, con una mueca sales de la salita donde nos encontrábamos y das un portazo, fruto de tu rabia… O impotencia.
Siento que hace tiempo que te desconozco y esto último no hace más que confirmarlo.
No sé como ha pasado, hace unos días me decías que me querías…
Porqué fue hace unos días ¿No? Miénteme y dime que sí.
No me digas que no, que hace semanas que no hablamos y que “estoy fría”.
Pero… ¿A quién se lo pido? Si estoy sola en esta habitación, abrazando a una mierda de esperanza, de que tú vuelvas.
¿A quién engaño? No has cogido las llaves que te di, para que te sintieras libre de entrar y salir a tu gusto.
¿A que espero en ir en tu búsqueda, darte un beso y pedirte perdón?
Pero no puedo, mis piernas están agarrotadas y mi mente paralizada.
Mis manos se agarran a los brazos de la silla, con el único fin de agarrarme a algo, ahora que te he perdido.
Y siento agua correr por mis mejillas, y es la gota que colma el vaso.
Me levanto, haciendo oídos sordos al dolor de mis músculos, escuchando a mi corazón y te sigo.
Persigo tu fragancia y te alcanzo.
Te abrazo.
Pero no vale, no sirve.
Tú no me correspondes. Lentamente mis brazos caen a mis costados, y te miro, con los ojos rojos.
Tu mirada me hace sentirme… no sé como sentirme, solo sé que das la vuelta y te marchas.
Dejándome.
Definitivamente, no volveré a caer en la mentira.